Por María Lozano
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¿Se ha fijado usted alguna vez cómo esta planta gira su enorme flor hacia el sol? El girasol nos da, pues, una enseñanza. El sol es fuente de luz y calor. Necesitamos la luz para vivir, para conducirnos y para tomar buenas decisiones. Para ser felices y estar seguros en un mundo difícil necesitamos calor.
¿Hacia dónde dirigirnos a fin de tener la respuesta a nuestras necesidades?
Hacia Dios mismo, por medio de la fe. En efecto, Dios quiere dar luz y calor a cada uno, pero esto sólo es posible si nos volvemos a él por medio de su Hijo Jesucristo. Sí, Jesús vino,”luz del mundo” (Juan 8:12) para todos los pueblos, luz enviada por Dios, hecha de ese resplandor que es gracia y verdad. Al recibirlo en lo más profundo de nuestro ser, nos trasmite la vida de Dios para que gocemos de una nueva relación con nuestro Creador.
Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).Para no tener que ir a las tinieblas eternas, lejos de Dios, dirijámonos a Jesús.
Y nosotros los creyentes, si seguimos a Jesús, caminaremos bajo su luz y seremos testigos de ella. La Biblia dice: “El fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad” (Efesios 5:9). Así como las flores del girasol producen aceite, el creyente que fija su mirada en Dios muestra sus caracteres de bondad, rectitud y verdad.
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