Por María Lozano
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Una señora de edad, elegante, bien vestida y peinada, estaba mudándose a una casa de reposo porque su marido con el que viviera 70 años, había muerto y ella quedaba sola.
Después de esperar pacientemente por dos horas en la sala de visitas, ella le dio una linda sonrisa cuando la mucama le vino a decir que su cuarto estaba listo.
A camino de su nueva morada, la mucama le iba describiendo el minúsculo cuarto, inclusive las cortinas floridas que infectaban la ventana.
- Ah, adoro esas cortinas - dijo ella con el entusiasmo de una nena que acaba de adoptar un cachorrito.
- Pero si la señora todavía ni vio el cuarto…
- Ni preciso verlo - respondió ella - La felicidad es algo que uno decide desde el comienzo y yo ya decidí que las voy a adorar… Es una decisión que tomo todos los días cuando me despierto. Sabes, tengo dos opciones: puedo pasar el día entero en la cama contando las dificultades que tengo en ciertas partes de mi cuerpo que no funcionan bien… o puedo levantarme agradeciendo por las otras partes que todavía me obedecen. Cada día es un presente… y en cuanto mis ojos se abren, me focalizo en el nuevo día y también en los buenos recuerdos que guarde para esta época de mi vida.
La vejez es como una cuenta bancaria: Solo retiras aquello que guardaste.
Por lo tanto, te aconsejo que deposites un monte de alegría y felicidad en tu Cuenta de Recuerdos. Y como puedes ver, yo todavía continúo depositando.
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