Por María Lozano
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia. (Isaías 55:7).
Hace algunos años el Señor me despertó a esa realidad. En
esa época enfrentaba algunas dificultades en mi ministerio que me parecían tan
grandes, que pensaba en ellas desde la mañana hasta la noche. Aunque las estaba resistiendo,
pensaba más en esos problemas que en las promesas de las Escrituras sobre las
cuales me estaba apoyando.
Entonces vi algo en Mateo 6:24-25:“No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas. Por eso les digo: No se preocupen por su vida”. Yo había leído esos versículos centenares de veces, pero ese día vi algo que no había notado nunca antes.
Vi eso inmediatamente después de que Jesús dijera: “Nadie puede servir a dos señores”, dijo: “No se preocupen”. De repente me iluminó. ¡Nosotros le servimos a nuestros pensamientos!
Por eso, Isaías 55 nos dice que dejemos nuestros pensamientos, y por la Palabra tomemos los pensamientos de Dios. Segunda de Corintios 10:5 nos dice que derribemos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios. Y llevemos cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
¿Quiere usted liberación de sus problemas hoy?
¡Entonces deje de servirles! No les permita que consuman su vida. No espere hasta que las circunstancias cambien para hacerlo. En lugar de eso, comprenda que las circunstancias no cambiarán jamás hasta que usted cambie los pensamientos equivocados por los pensamientos correctos.
Sé que eso no es fácil de hacer, especialmente en medio de las pruebas y de las densas tinieblas. Pero usted puede si hace estas tres cosas:
Primero, recuerde que no está solo. Usted tiene la Palabra (los pensamientos de Dios). Tiene el Espíritu Santo que le fortalece y tiene la mente de Cristo.
Segundo, acérquese a personas que estén llenas de fe. En vez de repasar su problema, deje que ellos hablen. Dispóngase a escuchar. Únase a la fe de ellos y resista las tinieblas.
Tercero, alabe a Dios. Haga lo que sea necesario para alabar. ¡Cuándo comience a alabar, la presencia de Dios rechazará esos pensamientos de preocupación y los hará caer!
Sus problemas no son lo más importantes en su vida. Jesús lo es. ¡Sírvale con sus pensamientos y Él le hará libre!