¡Dejen que se defienda!

 Tomado de: Meditaciones cotidianas

Por María Lozano

¡No hace falta defender a un león, pues se defiende solo!, decía un predicador. La Biblia ha sido el blanco de innumerables ataques; han tratado de destruirla, pero sin éxito.
Hoy, muchos ponen en duda lo que ella afirma ser, la Palabra de Dios. Pero la Biblia tiene suficiente autoridad para defenderse a sí misma. Es inútil tratar de defenderla mediante argumentos humanos. ¿A quién se le ocurriría alumbrar el sol con la luz de una vela?.
¿Usted se pregunta si la Biblia es realmente la Palabra de Dios? Haga simplemente una prueba: ¡Léala!
La Biblia no puede ser comparada con ningún otro libro. Tiene en sí misma su fuerza de persuasión. Se dirige a la conciencia y al corazón del lector; le habla personalmente. Es “viva y eficaz”; penetra hasta el fondo de su ser, puede hacernos sabios “para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir” ( 2 Timoteo 3: 15-16). Dejemos que se imponga a nosotros con su autoridad divina.
¡Además no somos nosotros los que la juzgamos; ¡ es ella la que nos juzga!. Algunas personas tratando de demostrar que la Biblia se equivoca, quedaron confundidas y se vieron obligadas a reconocer su error.
La Biblia nos invita a arrepentirnos, nos dirige un mensaje de salvación , de perdón, de paz. Y la respuesta que espera de nosotros es la fe. “Esta es la palabra de fe que predicamos que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos serás salvo” (Romanos 10: 8-9).

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