por María Lozano
Mirando a Jesús que andaba por allí,
dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Juan 1:36
Nosotros también, teniendo en derredor
nuestro tan grande nube de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia
la carrera que tenemos por delante, puestos
los ojos en Jesús. Hebreos 12:1-2
Mirar a Jesús. Sólo son tres palabras, pero en ellas está el secreto de la vida cristiana.
Mirar a Jesús quien fue crucificado, a fin de hallar, en Su vida entregada por nosotros, nuestro perdón y nuestra paz.
Mirar a Jesús glorificado para encontrar en él la única justicia que nos justifica y permite que nos acerquemos a Dios.
Mirar a Jesús glorificado para tenerlo como el defensor celestial que ora sin cesar por cada uno de los suyos.
Mirar a Jesús para seguirlo por la fe y encontrar en su amor la fuerza para triunfar sobre nuestra rebeldía y sobre todos los ataques del mal y de Satanás.
Mirar a Jesús para que nuestras tinieblas se disipen ante la claridad de su amor, para que nuestras alegrías sean santas y tengamos tranquilidad en nuestras penas… para que nos enseñe a orar y responda nuestras oraciones. Jesús nos deja en el mundo pero nos separa de él, porque nuestra vida está escondida con él en Dios, y entonces nuestra conducta puede dar testimonio de él ante los hombres.
Mirar a Jesús en la Escritura para aprender quién es, qué hizo, lo que da y lo que pide; para tomarlo como modelo, sus palabras como enseñanza y sus promesas como sostén.
¡Señor, que tu luz sea una luz en nuestro camino!
No hay comentarios:
Publicar un comentario