Jesús quiere que descansemos en su presencia

Tomado de: 52 Semanas con Jesús
Por María Lozano

Mientras los discípulos están navegando, sopla una tormenta huracanada. No se trató de una lluvia primaveral, de un chaparrón o tal vez de un fuerte aguacero. En el relato que Mateo hace de este acontecimiento, la palabra griega que utiliza para describir la tormenta es seísmos, una expresión usada en otras partes del Nuevo Testamento para describir terremotos violentos, tales como los que ocurrieron en la muerte de Jesús y luego otra vez en su resurrección. Esta era la clase de temporal que podía haberles hecho añicos la barca. 
Cuando vienen las tormentas, podemos suponer que son el resultado de algo que hemos hecho mal o que estamos fuera de la voluntad de Dios. Pensamos: Tal vez desobedecí a Dios y lo hice enojar. 
Pero los discípulos no estaban en la tormenta a causa de desobediencia, sino más bien debido a la obediencia. No habían hecho algo malo sino algo bueno. No había dado un paso en falso; al contrario, anduvieron exactamente por donde Jesús les pidió....
 Incluso si llevas la vida más santa posible y te enamoras profundamente de Jesús, enfrentarás tormentas. Muchas veces estos chubascos llegan cuando estamos más cerca de Jesús, como los discípulos estaban a punto de aprender. 
Jesús despertó porque los discípulos estaban en medio de la crisis, rogándole que salvara sus vidas. Así que Jesús se escurrió del cojín sobre el que dormía, se metió en el caos y le dijo al mar: “Calla, enmudece” (Marcos 4: 39). Al instante, el agua quedó más suave que la seda. 
Las palabras de Jesús aquí, “Calla, enmudece”, literalmente significan eso. Él le estaba diciendo a la tempestad: “ ¡ Siéntate en silencio! “. Como si se le tapara el hocico a un perro ladrando, emergió silencio. 
En esta historia, Jesús no evita que la sorpresa dé contra la barca, pero sí evitó que se hundiera. Cuando Jesús dijo a esos discípulos que irían al otro lado, no prometió una travesía suave. Solamente garantizó una llegada segura. 
Debes enfrentar las dificultades de tu vida con temor o con fe. ¿Cuál es la diferencia? El temor se enfoca en la tormenta. La Fe se enfoca en el Salvador. 
Podría parecer chocante, pero necesitamos tormentas. Cristo permite que arremetamos contra ellas para que recordemos sus promesas, reposemos en su presencia y confiemos en su poder. 
No sé qué tormenta estás enfrentando ahora mismo, de qué tormenta vas a salir, o hacia qué tormenta estás dirigiéndote. Pero Jesús quiere que vuelvas tu rostro hacia Él y recuerdes que no es necesario temer cuando el Señor está cerca. Por eso es que Él quiere ser el Capitán de la barca de tu vida. 

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