Por María Lozano
Un hombre hizo una gran fiesta, y convidó
a muchos. Y a la hora de la cena envió a su
siervo a decir a los convidados: Venid, ya todo
está preparado. Y todos a una comenzaron a ex
cusarse… (Lucas 14:16-18)
Aún hay lugar. (Lucas 14:22)
Se había organizado una gran cena, para muchos invitados
gente honorable, pero muy ocupada en sus asuntos. Uno había comprado un campo y
quería verlo, otro un par de bueyes y quería probarlos, otro acababa de
casarse. Demasiado ocupados, los invitados rechazaron amablemente la
invitación. Quizás en otra ocasión…
¡Pero no habría una segunda oportunidad! El señor de la casa había hecho grandes
preparativos, los cuales habían exigido sacrificios. La bondad manifestada
hacia sus invitados era grande. ¡Rechazar su invitación era, pues, una ofensa
imperdonable! Y las razones que éstos daban carecía de valor.
Esta historia ilustra la invitación que Dios hace a cada uno
de nosotros: ¿Quieres venir a mí para ser salvo? Dios le urge a responder afirmativamente.
Le ofrece la paz, la salvación, la vida eterna y la felicidad junto a él. Este
lugar lo adquirió para usted al precio del sacrificio de Jesucristo, su Hijo
amado.
De todos modos la casa se llenará, quizás de pobres, ciegos,
minusválidos, es decir, de todos los que reconocen su culpabilidad y
depositan su confianza en Dios. ¿Qué sucederá con los primeros invitados? Un
día se encontrarán con una puerta cerrada. Cuando digan: ¡Señor, señor,
ábrenos! , el Señor de la casa les responderá: “De cierto os digo, que no os
conozco” (Mateo 25:11-12).
¡Que sintamos en nuestro ser, Tu llamado Señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario