Por María Lozano
Bendito serás en tu entrar y bendito en tu salir. Deuteronomio 28:6.
Las bendiciones de la ley no han sido anuladas. Jesús confirmó las promesas cuando Él llevó sobre sí el castigo del transgresor. Si observo los mandamientos del Señor, indudablemente puedo apropiarme de las bendiciones de esta promesa.
En este día, entraré en mi casa sin temer malas noticias, y entraré en mi cámara con la esperanza de oír buenas nuevas de mi Señor.
No temeré entrar en mí mismo para examinar diligentemente los negocios de mi conciencia. Tengo mucho que hacer en mi interior, dentro de mi propia alma. ¡Ojalá recibiera una bendición, la bendición que el Señor Jesús ha prometido para mi alma! También debo salir.
La timidez me impulsa a quedarme en casa y nunca salir de ella. Pero fuerza es salir a mis obligaciones, para ayudar a mis hermanos y ser útil a los pecadores.
Debo ser un defensor de la fe y enemigo declarado del mal. Quiera el Señor que también sobre mi salida descienda la bendición de Dios en este día! Hoy se que esa bendición está sobre mi en forma poderosa.
¡Señor, iré adonde Tú me guíes, realizando aquellos trabajos que Tú me has confiado siempre bajo tu dirección y con el poder de tu Santo Espíritu!
Señor Jesús, entra conmigo y sé mi huésped; y después sal fuera conmigo, y haz que mi corazón arda mientras me hables por el camino. Amén.
Charles Spurgeon.
Libro De Cheques Del Banco De La Fe.
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