Por María Lozano
LECTURA: ÉXODO 15:1-18
Ese día debió haber sido impresionante, lleno de emociones, recuerdos tristes y alegres al mismo tiempo, todo debido a que por fin habían cruzado el mar de Rojo, uno de los últimos obstáculos naturales que los separarían de sus viejas vidas.
Pero de ninguna forma fue sencillo, habían sido testigos presenciales de la poderosa acción de Dios por medio de diez señales que mostraron sin lugar a dudas quien era el Dios verdadero, lo cual les permitió salir de su esclavitud en Egipto. Aunque los dejaron ir, luego de muy poco tiempo el faraón cambió de parecer, ordenó perseguirlos y ahora estaban frente al mar. Los habían seguido hasta ese lugar con lo que tenían a mano: carros de guerra, caballería y su ejército completo, todo con el fin de vengarse por la milagrosa liberación divina, tal como leímos en Éxodo 14:5-9. Esto hizo que el pueblo sintiera temor y levantara su clamor delante de Dios, aunque no faltaron algunos que comenzaran a quejarse porque creían que el Señor los había llevado a morir en aquel lugar...
Moisés los corrigió rápidamente y les recordó que debían tener fe y estar firmes en ese momento. El Señor tuvo misericordia de ellos, y abrió ante sus ojos el mar Rojo para que cruzaran al otro lado (Éxodo 14:21-22). Adicionalmente, mientras cruzaban, el Señor detuvo a los egipcios con una nube durante el día y una columna de fuego por la noche. Cuando se encontraban casi al final del recorrido, los egipcios creyeron que también podían beneficiarse del milagro del cual estaban siendo testigos y se apresuraron a seguirlos; pero el Señor les confundió y cerró nuevamente el mar destruyendo al ejército de Faraón (Éxodo 14:23-31).
Fue entonces cuando empezó la celebración. El pueblo reconoció la fortaleza, guía, santidad, y grandeza de Dios, agradeciendo por su salvación (Éxodo 15: 2, 7, 13 y 18). Derramaron su adoración sincera delante del Dios que los había redimido.
Si no lo has hecho aún, repasa hoy la forma cómo Dios ha tocado tu vida, adóralo, recuerda que el Dios que dividió el mar es el mismo que camina a tu lado en los momentos más complicados de tu vida.
Nuestro Dios merece que continuamente le brindemos una adoración y agradecimiento sinceros.
¿Quién como tú, oh Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en santidad, temible en hazañas dignas de alabanza, hacedor de maravillas?” (Éxodo 15:11).
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