Por María Lozano
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
Para que seamos llamados hijos de Dios.
1 Juan 3:1
¡Gracias a Dios por su don inefable!
2 Corintios 9:15
¡Oh! Me decía un compañero de trabajo en tono burlón, ¡ayudas a otros para hacer buenas obras y así ganarte el paraíso!
-Estás equivocado, no intento ganar el paraíso, pues es un
regalo de Dios.
-Entonces es muy fácil, ¡todo el mundo irá allá!
-Si te regalo algo y lo rechazas, no lo tendrás. De la misma
manera, Dios te ofrece la entrada al paraíso, pero si lo rechazas, no irás.
Muchos de los que rehúsan ir a Dios se imaginan que él es
exigente. Ven la fe simplemente como una religión cuyos reglamentos
obstaculizarán su libertad. Pero el mensaje del Evangelio es completamente
distinto. Nuestro Señor es el Dios de amor y de perdón, un Dios que da. “De tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. (Juan 3:16).Se dice que
este versículo es el resumen del Evangelio. Nos habla del amor de Dios, un amor
gratuito, que no excluye a nadie, pero que cada uno debe recibir personalmente.
Dios no fuerza a nadie a aceptar el don de su Hijo
unigénito. Ningún creyente fue obligado a creer. La fe es la respuesta a la
oferta de Dios. Recibir el don de Dios depende de usted. ¿Qué exige él a
cambio? Nada. En los evangelios nunca vemos que Jesús haya exigido algo a
quienes sanó. Aún hoy Jesús salva a todo el que le recibe. Él pagó el precio en
la cruz. Por usted y por mí.
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