Por María Lozano
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3)
Al finalizar un año y comenzar uno nuevo las felicitaciones
van y vienen entre familiares, amigos, vecinos, en el trabajo…y sobre todo salud,
que es lo principal!
Sí, pero ¿Qué se escribirá en esa gran página blanca que
constituye el nuevo año?
¿Qué nos traerá? ¿Qué nos quitará? Nadie sabe con antelación
qué le está reservado. ¿Qué desear? ¡Salud, por supuesto! Pero, ¿es eso lo
esencial? Cada uno tiene esperanzas y
planes los cuales espera que se hagan realidad, pero ni siquiera estamos
seguros del día de mañana. ¿Quién responderá a mis preguntas? ¿Quién dirigirá
efectivamente mi vida? ¿El azar o el control minucioso de mis actividades y de
mi salud? ¡Eso sería olvidar que hay muchas circunstancias que desconozco!
Nuestra salud es tan frágil que puede depender de la solidez de un pequeño vaso
cerebral, un poco más grueso que un cabello. Si me preocupo por lo esencial, no
puedo conformarme con apostar por el futuro convencido de que todo irá bien.
Sólo una relación con Dios basada en la confianza puede
iluminar nuestro futuro y darnos la paz, no sólo por un día, sino para toda la
vida; ¿La vida presente y la venidera, la que tendremos más allá de la muerte!
Conocer a Jesús como Salvador es recibir la vida eterna, es entrar en una
verdadera relación con Dios, esperanza y guía segura de nuestra vida.
Nuestro deseo, para cada lector de estas meditaciones
cotidianas, es que experimente la verdadera felicidad que Cristo ofrece.
¡Que Dios le guíe a tomar la decisión!!