Por María Lozano
“CON TODA DILIGENCIA GUARDA TU CORAZÓN…”
(Proverbios 4:23 LBLA)
Todos tenemos nuestros campos de batalla; en algunos casos, se trata de cosas a las que nos rendimos hace años y que ahora merodean en nuestro subconsciente. Por eso las Escrituras nos advierten: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (Proverbios 4:23 LBLA). Escribe Max Lucado: “Me encuentro en el escritorio de una habitación de hotel lejos de casa. Las voces que me animan son distantes; las voces que me tientan, muy cercanas. Un cartelito en la mesita de noche me invita a ir al club del hotel “para hacer nuevas amistades en un ambiente relajado.” Otro encima del televisor anuncia películas nocturnas que “harán realidad tus fantasías”. En la guía telefónica, varias columnas de servicios de prostitutas ofrecen “amor lejos de casa”. ¡Tantas voces! Algunas ofrecen placer, otras poder”. El mundo golpea con insistencia a tu puerta; Jesús llama suavemente. El mundo promete placeres carnales; Jesús nos promete una cena íntima con Él, “…Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). ¿A qué voz haces caso?
¿Cómo enfrentar las tentaciones? De dos maneras:
Primero, llenando tu mente con las Escrituras, de modo que tu primera respuesta sea: “Está escrito”.
Segundo, fijando tu mirada en Jesús.
Lesley Durkin cuenta: “Mi padre solía poner un pedazo de carne en el suelo cerca de su perro y luego le ordenaba: ‘¡NO!’ El perro nunca tocó la carne; pero tampoco la miraba, porque si lo hubiera hecho, la tentación de desobedecer habría sido demasiado grande. El animal no quitaba los ojos de mi padre”. No apartes tu mirada de Jesús.
“Los que miraron a Él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmo 34:5).
Todos tenemos nuestros campos de batalla; en algunos casos, se trata de cosas a las que nos rendimos hace años y que ahora merodean en nuestro subconsciente. Por eso las Escrituras nos advierten: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (Proverbios 4:23 LBLA). Escribe Max Lucado: “Me encuentro en el escritorio de una habitación de hotel lejos de casa. Las voces que me animan son distantes; las voces que me tientan, muy cercanas. Un cartelito en la mesita de noche me invita a ir al club del hotel “para hacer nuevas amistades en un ambiente relajado.” Otro encima del televisor anuncia películas nocturnas que “harán realidad tus fantasías”. En la guía telefónica, varias columnas de servicios de prostitutas ofrecen “amor lejos de casa”. ¡Tantas voces! Algunas ofrecen placer, otras poder”. El mundo golpea con insistencia a tu puerta; Jesús llama suavemente. El mundo promete placeres carnales; Jesús nos promete una cena íntima con Él, “…Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). ¿A qué voz haces caso?
¿Cómo enfrentar las tentaciones? De dos maneras:
Primero, llenando tu mente con las Escrituras, de modo que tu primera respuesta sea: “Está escrito”.
Segundo, fijando tu mirada en Jesús.
Lesley Durkin cuenta: “Mi padre solía poner un pedazo de carne en el suelo cerca de su perro y luego le ordenaba: ‘¡NO!’ El perro nunca tocó la carne; pero tampoco la miraba, porque si lo hubiera hecho, la tentación de desobedecer habría sido demasiado grande. El animal no quitaba los ojos de mi padre”. No apartes tu mirada de Jesús.
“Los que miraron a Él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados” (Salmo 34:5).
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