Por María Lozano
- Lecturas: Lucas 19:39-40; Juan 12:19.
- Luego de presenciar la demostración de aceptación de parte del pueblo, los fariseos tienen una mezcla entre enojo y miedo; enojo por las implicaciones, según ellos “blasfemas”, de la declaración de Jesús al entrar triunfante como Mesías a Jerusalén; miedo porque temían alguna posible reacción de los soldados que se encontraban muy cerca de donde esto estaba ocurriendo, en la Fortaleza Antonia ubicada en el extremo oriental de la muralla de la ciudad, cerca del Templo y del estanque de Betesda y que funcionaba como una guarnición militar romana construida por Herodes el Grande, quien la nombra de ese modo en honor a su aliado romano Marco Antonio. Este sentimiento ya lo habían expresado en Juan 11:48: “Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación”....
- Estos pasajes también nos demuestran las reacciones de los humildes y las reacciones de los soberbios, los primeros recibiendo al Mesías esperado por tantos años y los segundos tratando de opacar aquel sublime acontecimiento, al realizar un llamado a la “cordura” diciéndole a Jesús: “¡Maestro, reprende a tus discípulos!”. De esta forma trataban de menospreciar al Señor al rebajarlo al grado de “maestro” y al regañarlo por la “blasfemia” en que estaba incurriendo.
- Jesús responde de forma contundente, si estos callaran, la misma naturaleza hablaría, las piedras testificarían de la grandeza de su Creador. Jesús posiblemente también estaba rememorando lo dicho en Lucas 3:8: “…Porque les digo que aun de estas piedras Dios es capaz de darle hijos a Abraham”.
- Recordemos las palabras del cantante poeta de nuestros tiempos Marcos Vidal: “Mientras yo viva las piedras no hablarán”.
- Te desafiamos a testificar de Jesús con al menos UNA persona esta semana. Invítalo a que venga y vea a Jesús.
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