Tomado de: Una Fe Sencilla (Charles R. Swindooll)
Por María Lozano
La semana pasada oí acerca de una viajera que mientras
esperaba su avión en un aeropuerto, compró un paquete de galletitas. Se sentó
en la cafetería para leer su periódico. Mientras leía, captó un ruido.
Asomándose por encima del diario, vio a un caballero muy bien vestido sentado
frente a ella y sirviéndose de sus galletitas. Medio enojada, medio molesta,
acercó el paquete, tomó una galletita y comenzó a comerla.
Un par de minutos después volvió a oír el ruido. El hombre
se había servido otra galletita. A esa altura, era la única que quedaba. Aunque
muy fastidiada, no quería hacer una escena de modo que no dijo nada.
Finalmente, como si quisiera agregar una ofensa, el hombre quebró la
galletita restante en dos trozos, pasó uno de ellos a través de la mesa hasta
ella, se tragó su mitad y se fue sin dar las gracias. Ella estaba muda.
Un rato después, fue anunciado su vuelo y la mujer tomó su
bolso para buscar su pasaje. Para sorpresa, allí en el bolso estaba su paquete
de galletitas sin abrir. Y en alguna parte de aquel aeropuerto había otro
viajero tratando de imaginarse cómo esa extraña mujer podía ser tan osada e
insensible. Los prejuicios son cosas en las que nos apoyamos fácilmente; no
siempre las situaciones son lo que parecen....