Por María Lozano
Cuando leemos la historia de Ester, vemos cómo su vida tomó un giro y de un día para otro se encontró en un mundo nuevo y desconocido junto con un grupo de jóvenes traídas de todas partes del imperio y de repente rodeada de lujos, cuidados y atenciones y donde tu valor era medido por su apariencia y belleza física.
Si Ester se hubiese dejado vencer por su pasado y se hubiese comparado con las demás jovencitas creando en sí misma un espíritu de vanidad y baja autoestima, no hubiera salvado a su pueblo.
El peor enemigo de la autoestima y del contentamiento es la comparación. Segunda de Corintios 10:12 dice que cuando nos comparamos unos con otros no somos sabios. Cuando nos comparamos unas con otras estamos menospreciando lo que Dios nos ha dado, y perdemos de vista los propósitos de Dios para nuestras vidas...
Sin embargo, Ester permaneció humilde y obediente a su llamado porque sabía quién era y entendía que no sólo estaba Dios con ella,no si que el favor de Dios la había puesto en un lugar privilegiado con un propósito divino y mayor que ella misma. Ese es el poder de saber quién eres.
Efesios 2:10 dice que somos hechura de Dios y que fuimos creadas para buenas obras las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. Esa es quien eres. Eres la obra maestra de Dios, creada a su imagen y escogida para sus propósitos divinos; no lo olvides.
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