Por María Lozano
“Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5).
Muchacho, eso es algo difícil, ¿no te parece? Amar a Dios —con cada una de las fibras de todo tu ser. ¡Ay, hombre! No te puedo culpar si eso te pone nervioso. Pero tengo que decirte que la otra opción es todavía más aterradora: Si no amas a Dios con todo, eso significa que amas más a todo lo demás; y esa alternativa es inaceptable.
Como hijo bautizado de Dios, estás revestido de Cristo; y por eso amas al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Lo que pasa es que a veces lo olvidas, y pones primero en tu vida la escuela, los amigos, la familia, la TV, y los videojuegos. Sabiendo que Jesús te perdona completamente por todo eso, cada mañana tienes el valor de decir: “Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos de continuo, hasta el fin” (Salmo 119:112).
No hay comentarios:
Publicar un comentario