Tomado de: Ama a Dios y disfruta la vida ( Joyce Meyer)
Por Maía Lozano
Ell diablo quiere que tú y yo pensemos que podemos comprar la gracia de Dios. Pero su gracia no se vende, porque por su misma definición- favor inmerecido- es un don, un regalo.
La gracia no puede comprarse con oración, buenas obras, lectura bíblica o por confesar las Escrituras. Tampoco puede comprarse con la fe. La gracia de Dios se recibe, no se compra.
Debemos ser muy cuidadosos en que, aún cuando actuemos de acuerdo a métodos apropiados, nuestros motivos continúen siendo puros. Inclusive si al tener comunión con el Señor, nuestra motivación es obtener algo de El, estamos actuando por obras, y no por gracia. No caigamos en la trampa de pensar que merecemos algo bueno de parte del Señor. Cada vez que nos dejamos influenciar por el yo y el ego, entramos en terreno peligroso. Debemos ir más allá de nosotros mismos, de nuestras obras y esfuerzos, manteniendo los ojos enfocados en Dios y su gracia...