Por Maía Lozano
Ell diablo quiere que tú y yo pensemos que podemos comprar la gracia de Dios. Pero su gracia no se vende, porque por su misma definición- favor inmerecido- es un don, un regalo.
La gracia no puede comprarse con oración, buenas obras, lectura bíblica o por confesar las Escrituras. Tampoco puede comprarse con la fe. La gracia de Dios se recibe, no se compra.
Debemos ser muy cuidadosos en que, aún cuando actuemos de acuerdo a métodos apropiados, nuestros motivos continúen siendo puros. Inclusive si al tener comunión con el Señor, nuestra motivación es obtener algo de El, estamos actuando por obras, y no por gracia. No caigamos en la trampa de pensar que merecemos algo bueno de parte del Señor. Cada vez que nos dejamos influenciar por el yo y el ego, entramos en terreno peligroso. Debemos ir más allá de nosotros mismos, de nuestras obras y esfuerzos, manteniendo los ojos enfocados en Dios y su gracia...
Debemos buscar al Señor y tener comunión con Él, por la sola razón de que lo amamos, y anhelamos estar en su presencia.
La voluntad y la fuerza de voluntad solo pueden llevarte hasta cierto punto. Cuando la carne fracasa – y así será- todo se desmoronará, y también tú.
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