El Silencio de Dios

 Tomado de:Meditaciones cotidianas

Por María Lozano

Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Salmo 4: 1
Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor, Salmo 40: 1
Muchos cristianos han pensado, una u otra vez, que sus oraciones parecían chocar contra el silencio de Dios. ¿ Cómo vivir esos silencios, esa aparente falta de respuesta a nuestras oraciones? Con respecto a esto, los autores de los salmos son un ejemplo para nosotros. No se dieron por vencidos; al contrario, sus oraciones se volvieron más intensas. Lo que esperaban no era tanto una palabra audible, sino una respuesta visible a través de la intervención de Dios en su vida..
Este aparente silencio de Dios nos enseña a hacer la diferencia entre nuestros pensamientos y los del Señor. Dios dice: “ Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55: 9).
El silencio de Dios nos conduce a tomar un lugar más apropiado ante él, con confianza, para alcanzar su liberación sin desesperarnos, pues sabemos que nos ama. Él responderá en el momento oportuno y de la mejor manera. Esta espera no debería alejarnos de su presencia, sino todo lo contrario. David autor de varios salmos, dijo; “En el día del mal” Dios “me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto” (Salmo 27: 5). En otro salmo Asaf, con el alma atormentada, comprendió la voluntad de Dios viniendo simplemente a su presencia (Salmo 73: 17).
Dios no permanecerá siempre en silencio. En el momento que él decida, responderá, liberará y salvará.
“Oh Señor, de mañana oirás mi voz, de mañana me presentaré delante de ti , y esperaré” (Salmo 5: 3).

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