Tomado de: Meditaciones cotidianas
Por María Lozano
Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza…Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma. Salmo 66: 1- 2, 16
El autor de este salmo invita a toda la tierra a alabar, e incluso a aclamar a Dios con alegría. ¡Por qué? Porque anticipa el día en que toda la humanidad se postrará y entonará un cántico para celebrar la majestad de lo que él es, de su Nombre (v, 4).
Expresa su alabanza a Dios por las liberaciones del pasado, las ve ante él como si las hubiese vivido, e invita a los creyentes adorarlo: “Venid y ved las obras de Dios” (v.5).
Numerosas liberaciones marcaron la historia del país de Israel. Y los creyentes de todos los tiempos pueden expresar su alabanza a Dios, quien los liberó..
Después de veinte siglos de cristianismo, hoy nuestra simple presencia como creyentes prueba la fidelidad y el poder de Dios. A pesar de las persecuciones y herejías que han tratado de destruirla, la iglesia del Señor subsiste siempre, y está presente en todo el mundo.
Después de evocar de manera general las obras de Dios, el autor del salmo recurre a su experiencia: “Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma” ( v.16). Esta experiencia personal contada humildemente tiene peso para convencer y llevar a una persona a la fe. El cristiano experimenta liberaciones; puede hablar de su Señor con conocimiento de causa. Es claro que Dios responde a nuestras oraciones; no debido a nuestros méritos, sino en virtud de su bondad y de su misericordia. ¡Mayor razón para dar libre curso a nuestro gozo!
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