Por María Lozano
Lectura: Salmos 1
Para las personas que no quieran esperar cuatro décadas para que un cerezo crezca en su jardín, podrán comprar un espécimen en un vivero por unos miles de dólares, si quiere algo más “modesto” pueden comprar una haya europea de 15 años por unos miles menos. A pesar de estos precios, los viveros más importantes de los Estados Unidos informan que sus ventas de árboles maduros de especies de alto valor son altísimas....
Alguien lo planteo de esta manera: “No puedo esperar a que un árbol de platano madure para que empiece a dar su fruto. Sólo compro sus frutos cuando están bien amarillos. Casi nadie tiene paciencia para ver a un árbol crecer.”
Los humanos siempre andamos a prisa y buscamos atajos para esquivar el proceso y tomar el producto final. Y a veces también esperamos una madurez instantánea en nuestro andar cristiano y crecimiento en la fe. ¡Qué contraste con la enorme calma de Dios en Su trato con nosotros!
El salmista verbalizó la promesa de Dios de que la persona que se deleita en Su Palabra será “como el árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo” (Salmos 1:2-3) Un creyente que crece, ya sea un nuevo creyente o uno con un poco de más madurez, es cómo un árbol saludable; plantado, alimentado y fructífero.
Si nuestras raíces están en la Palabra de Dios y nuestros corazones recurren a Él para encontrar sustento, florezcamos.
Y el crecimiento que conduce a la madurez, da gozo al Dios de la paciencia. El verdadero crecimiento toma tiempo.
Se necesita sólo un momento para ser salvos, pero toda una vida para crecer en Cristo Jesús.
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