Por María Lozano
Cuando discutimos, por lo general cada uno se esfuerza en probar su inocencia, como máximo reconocemos que nos hemos equivocado, que falto comunicación, que no comprendimos, pero es difícil de reconocer que hemos actuado mal.
Este empeño en no querer tener la culpa muestra que en lo profundo de mi se
halla el deseo de ser justo a los ojos de los demás, es necesario ponerse en
regla con Dios respecto a mis fallas, el único camino para ello es escuchar lo
que Dios me dice.
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