Por María Lozano
Si mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Más ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica"
Salmo 66:18-19
Como hijos de Dios pedimos por nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros amigos, Dios siempre atiende nuestras súplicas porque conoce nuestro corazón.
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