Por María Lozano
Cuando te arrepientes de tus pecados, crees que Jesucristo, el Hijo de Dios, murió en la cruz por tus pecados y aceptas el regalo de la vida eterna que Dios te da, tu eres un creyente en Cristo. Es fácil pensar entonces que Dios te bendecirá con todo lo que quieres. Sin embargo, eso usualmente no pasa de la manera en que el mundo te ha enseñado. Cuando comenzamos a relacionarnos con Dios, confiando en Él enteramente, nuestras prioridades y deseos cambian. La Biblia dice:...
“No lo digo porque esté necesitado, pues he aprendido a
estar satisfecho con lo que tengo. Sé bien lo que es vivir en la pobreza, y
también lo que es tener de todo. He aprendido a vivir en toda clase de circunstancias,
ya sea que tenga mucho para comer, o que pase hambre; ya sea que tenga de todo
o que no tenga nada. Cristo me da fuerza para enfrentarme a toda clase de
situaciones” (Filipenses 4: 11-13). El mundo material pasará, pero Dios vivirá
para siempre. Cuando confiamos en Dios con nuestras vidas, Su voluntad, se convierte
en nuestra voluntad, y Sus deseos se convierten en nuestros deseos: conocerle y disfrutar de Él, y apartarnos de
nuestro pecado.
“¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre
dichoso!” (Salmos 16:11).
No hay comentarios:
Publicar un comentario