Tomado de: Meditaciones cotidianas
Por María Lozano
El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16: 7Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
Lucas 12: 2.
Un notario vivía en la opulencia desde hacía diez años… con el dinero de sus clientes. Una mañana los policías llegaron y lo esposaron. Aunque en esa pequeña ciudad era conocido como una persona honesta, había engañado a todo el mundo; a sus clientes, sus vecinos, sus amigos, quienes disfrutaban de su generosidad, ¡e incluso a su mujer e hijos! Era amable, elegante e inspiraba confianza.. Sin embargo, con su hermosa apariencia y su cuello blanco había arruinado a muchas personas robándoles sus ahorros. Pero un día el fraude fue descubierto y el ladrón fue llevado a la cárcel.
La justicia de los hombres es incapaz de descubrir a todos los culpables, y a veces condena a gente inocente. Pero alguien a quien nunca se le puede engañar con una apariencia correcta y honesta: Dios. Sea cual sea la imagen que demos ante nuestros semejantes, Dios conoce al ser humano y no se hace ninguna ilusión respecto al hombre. Dios conoce los pensamientos y los corazones.
¿ Y qué ve en usted y en mí? ¿ Una buena opinión de nosotros mismos, nuestras faltas a la verdad, nuestra falta de compasión? ¿ O el arrepentimiento y la fe?.
No temamos esa mirada de Dios, al contrario, busquémosla! Como el rey David, pidámosle continuamente: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón… y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” Salmo 139: 23-24.
Excelente
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