Sus ojos estaban velados

 Tomado de: Juntos en tu presencia 

Por María Lozano

Al alba del día de resurrección dos discípulos de Jesús volvían a la aldea de Emaús, a unos pocos kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban de los sucesos acontecidos y con profunda decepción aceptaban haber perdido toda esperanza. Escucharon sus mensajes, vieron sus milagros, estaban seguros que era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, pero estas convicciones habían quedado sepultadas con Él en la tumba..
“Nosotros esperábamos que él fuera el libertados de Israel. Pero ya hace tres días que murió”
La tristeza que sentían por la muerte, la ausencia de quien amaban, la frustración que los abatía, era un sueño de que no despertaban. La separación de Jesús produce desazón y aquellos que creen que se “liberan” cuando se apartan del camino lo único que hacen es negarse a sí mismos.
Volver a la aldea de Emaús era regresar al pasado; a la pesca como Pedro, Juan y Santiago, borrar experiencias y enseñanzas recibidas de Jesús. Sin embargo, no podían ni sabían hablar de otra cosa. Necesitaban su presencia, y del amor que les daba. Por eso Jesús se les apareció y caminó con ellos.
¿Por qué no conocieron a Jesús? El texto bíblico nos da una pista, “sus ojos estaban velados” a causa de su incredulidad. Tenían una comprensión equivocada del ministerio de Jesús, no estaban mentalmente preparados para asumir ni su muerte ni su resurrección. A pesar de todo, Cristo estaba caminando junto a ellos.
¿Has tenido alguna vez los ojos velados? ¿Has sentido decepción o tristeza en tu fe porque las cosas no salieron como esperabas? ¿Has pensado abandonar, en volver a Emaús? El Señor camina con nosotros por los caminos de la duda, de la decepción o del desencanto aunque no lo sepamos o lleguemos a discernirlo. Él está dispuesto para abrirnos los ojos.