LA VOZ DE JESÚS


Tomado de La Buena Semilla
por María Lozano

Oye ahora la voz del Señor…y te irá bien y vivirás.
Mis ovejas oyen mi voz…y yo les doy vida eterna.
Juan 10:27-28.

Si estamos en medio de una multitud, en la sala de espera de una estación de
Tren a una hora justa, con los oídos saturados por los ruidos y mil voces diferentes, sabemos cuán difícil es distinguir una voz entre las otras. Pero cada timbre de voz es único, al igual que las huellas dactilares o el ADN, que son verdaderas firmas de la persona. Eso es lo que nos permite reconocer la voz de quienes conocemos o amamos: cónyugue, hijos, padres, amigos.
Y la voz de Jesús, ¿No es una voz clara y reconocible entre el resto de voces? Es la voz que tranquiliza al que tiene temor o dudas, que anima y consuela en medio de la prueba y el dolor. La voz que Elías escuchó en el silencio del monte Horeb fue una voz apacible y delicada (1 Reyes 19: 12).
Esa es la voz que escuchamos cuando hacemos callar el resto de voces, es decir, cuando la escuchamos realmente; Esa también fue la voz que los discípulos reconocieron en medio de la tempestad, cuando Jesús les dijo ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! (Marcos 6:50). Esa es la voz del Pastor que guía a sus ovejas, las protege y también las reprende.
Hoy en día, para oírla, nos basta leer la Biblia, la Palabra de Dios. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3: 7).
“El Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (Hechos 18:9-10).
¡Que podamos oír la voz del Señor!

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