SALVADO GRACIAS A UNA BIBLIA ROBADA


Tomado de la Buena Semilla
por María Lozano
Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres
Juan 8:36

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Lucas 11:9

A media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios;
y los presos los oían.
Hechos 16:25.

No te averguences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de
mí, preso suyo sino participa de las aflicciones por el evangelio
según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras.
2 Timoteo1:8


Verano del 2001, cárcel de Bullington, Inglaterra. Tony A., un creyente cumplía una pena de quince meses por homicidio involuntario. Estaba desanimado. Cierto día, mientras leía su Biblia, un preso llamado Darren B. entró en su celda. Sorprendido, Tony escondió su Biblia debajo de la almohada, pero Darren vio su gesto y lo acosó con preguntas hasta que Tony le dijo que estaba leyendo su versículo preferido; Juan 8:36. Molesto por la reserva de su compañero, Darren se fue.
Tres días después regresó con una gran sonrisa y explicó lo siguiente a Tony.
-Fui a la capilla para buscar una Biblia. Parecías tan misterioso en cuanto a lo que leías en tu libro, que yo también quise leerlo. Le pedí una Biblia al capellán, pero como debió pensar que yo iba a utilizar sus hojas para envolver cigarrillos, no quiso dármela. Entonces, mientras no me veía, le saqué una y la escondí debajo de mi chaleco.
-¡No me digas que te atraparon! –Sí, me registraron y la encontraron; luego me pusieron en cuarentena durante veinticuatro horas. -¡Lo siento! – No te preocupes, pues no encontraron la otra, la que había escondido en mi pantalón, dijo Darren, con los ojos brillantes. Así que tuve algo que hacer durante mi aislamiento. Quería encontrar la frase de la que me hablaste, pero no sabía en dónde estaba. Me pareció que habías dicho Santiago o Juan, pero yo nunca había abierto una Biblia.
Darren estuvo en una celda de aislamiento de la cárcel porque había robado una Biblia para buscar un texto que hablaba de la libertad, pero no sabía dónde encontrarlo.
-Golpeé la pared, contó a su amigo Tony, para llamar al preso de al lado. Le dije; Eh, tío, ¿conoces la Biblia? Y él me respondió; Sí, soy creyente; ¿qué deseas saber? Le hablé de lo que tú me habías dicho respecto a Jesús, que te había liberado, y me dijo que intentase buscar en el evangelio de Juan. Encontré la página y empecé a leer. Al principio no entendía nada, pero luego leí todo lo que Jesús hizo. ¡Era muy interesante! Quise leer todo el libro y llegué al texto del que me habías hablado: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Seguí leyendo más y más y luego volví a esta frase. Creo que lo comprendí. ¡Sí realmente comprendí! Leí la vida de Jesús y creo en él. Incluso esa noche intenté hablarle. ¿Eso quiere decir que soy creyente?
Tony permaneció sentado, boquiabierto y maravillado. No había sabido hablar de Jesús a Darren, pero ahora Dios le estaba mostrando que quería emplearlo pese a su actitud.
Entonces los dos presos empezaron a hablar de una manera diferente, como dos hermanos en la fe

(Testimonio de Tony Anthony)

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