¿PRECARIEDAD O ESTABILIDAD?


Tomado de La Buena Semilla
por María Lozano

Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré…
A ti clamaré, oh Señor. Roca mía...
Oye la voz de mis ruegos.
Salmos 18:2; 28:1-2

Nos duele ver cada vez más personas que viven en una situación precaria en nuestra sociedad. ¡Cuántas personas sin un domicilio, ni trabajo, ni familia, obligadas a vivir cada día en condiciones difíciles que no se sabe cuánto tiempo durarán! El creyente no debe permanecer insensible a tales sufrimientos, y la generosidad debería caracterizarlo.
Esta es la enseñanza de Jesús en el evangelio; “Al que le pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no lo rehúses” (Mateo 5:42).
Pero si reflexionamos bien podemos darnos cuenta de que todo hombre vive una situación precaria frente a la eternidad. Efectivamente. ¿Quién está exento de una repentina desgracia económica, de un problema de salud, e incluso quién puede saber si estará vivo mañana? “Toda carne es como hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:24-25). Este versículo, si bien nos compara a una efimera flor, también nos dice que en Dios podemos encontrar lo duradero, lo inmutable. No ofrece soluciones precarias a los problemas de los seres humanos, sino que les asegura la vida eterna. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna” (Juan 3:36). El que cree en Jesucristo adquiere una condición de estabilidad absoluta: pasa a ser hijo del gran Dios soberano y comprueba que día tras día su Padre celestial se encarga de todos los aspectos de su vida terrenal: Además, sabe que le prepara su futuro eterno.
¡Dios mío, danos el deseo de cree en Tí!

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