Por María Lozano
“Mi paz os dejo…mi paz os doy, no como el mundo la da, yo os la doy” Juan 14:27
Dos pintores ilustraron en sus cuadros el concepto de paz y descanso. El primero eligió una escena hermosa con un lago solitario a lo lejos, rodeado de hermosas e imponentes montañas. El sol resplandecía hermosamente reflejando su imponente aspecto en el lago y cerca del lago en un árbol, hermosos pajaros de diversos colores parecían felices entonando sus melodiosas canciones.
El segundo pintó una estruendosa cascada, imponente y ruidosa que levantaba una nube de agua al caer y a la mitad de la cascada cerca de ella, pintó un pequeño arbusto, cuyas ramas se doblaban por encima de la espuma de la cascada y en esa rama se encontraba un petirrojo descansando en su nido. Los dos cuadros eran bellos pero el segundo describía mejor lo que es la verdadera y genuina paz.
Genuina y verdadera paz no es ausencia de turbación ni de ruido ni de amenazas. Paz es descanso en medio de la turbación. La vida cristiana es mejor descrita con el segundo cuadro.
Hay paz cuando la tempestad ruge y el tumulto amenaza, hay paz cuando las olas parecen quebrar todo, pero la vida interior jamás es perturbada por las tempestades de afuera. Este petirrojo descansaba seguro en su nido como si supiera que esa cascada no iba jamás a salirse de sus limites.
Los hijos de Dios descansamos en Jesús , porque si estamos seguros que las turbaciones y los tumultos al igual que la cascada tienen un límite y no traspasan ese límite marcado por el Señor. El Señor Jesús siempre vivió y experimentó la genuina y verdadera paz, por eso antes de él partir a los cielos y cuando la tempestad rugía y aún se escuchaban las voces de los que habían gritado, Crucífícale… Crucifícale, entonces les proclamó el más grande legado de paz: “Mi paz os doy a vosotros y les doy la paz que el mundo no da, por tanto no temáis, ni estés asustados”.
Hoy necesito esa paz y ya la tengo por lo tanto decido vivir en esa paz genuina y verdadera. La genuina y verdadera paz no es un sentimiento santificado que viene de la iglesia, es el descando profundo que viene del corazón de Dios.
Señor, Gracias por darme la paz profunda que nace del espíritu y que satisface el vacio del corazón en medio de las más negras turbaciones y los más ruidosos tumultos. Hoy llego ante ti con la seguridad de poder vivir en esa paz genuina y verdadera. Hoy, quiero ser un portador de tu paz para hacer ligera la carga a aquel que se siente turbado. Amén
Dr. Serafín Contreras Galeano.
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