Por María Lozano
Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas. 2: Corintios 1: 21-23 NVI).
Jesús prometió una vida a la que no se pudiera renunciar ni
fuera pagada. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:
24). Los puentes son quemados y la transferencia es completada. Las montañas y los valles continúan, pero
nunca nos descalifican. Las subidas y
bajadas pueden marcar nuestros días, pero nunca nos proscribirán de su Reino.
Jesús remata nuestras vidas con gracia.Todavía más, Dios reclama el derecho sobre nosotros. ”Y nos identificó como suyos al poner al Espíritu Santo en nuestro corazón como un anticipo que garantiza todo lo que él nos prometió “ ( 2: Corintios 1: 22, NTV). Usted ha hecho algo similar: grabó su nombre en un anillo valioso, grabó su identidad en una herramienta. Los vaqueros hierran al ganado con el fierro del rancho. Marcar declara propiedad. Por medio de su Espíritu, Dios nos marca.
Los que podrían querer arrebatarnos son repelidos por la presencia de su nombre. Satanás es ahuyentado con la declaración: Quita tus manos de encima ¡Este es hijo mío! Eternamente Dios.
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