Deje de hablar y escuche

Tomado de: Devocional 365 días (Max Lucado)
Por María Lozano
Oh, si me hubiera oído mi pueblo (Salmo: 81:13)
Cuando estamos sufriendo algunas veces encontramos sanidad al hablar de ello; con un amigo, un consejero, Dios.
Pero finalmente, llega el tiempo de dejar de hablar y escuchar.
Hay momentos en los cuales el silencio representa el más alto respeto. La palabra para tales momentos es reverencia.
Esta fue la lección que aprendió Job, el hombre de la Biblia más tocado por la tragedia y el desaliento. No que alguien pudiera culparlo. La calamidad se había abalanzado sobre el hombre como una leona sobre una manada de gacelas, y para el tiempo en que el destrozo terminó, apenas quedó un muro de pie o un ser querido vivo. Su esposa le dijo: “Maldice a Dios y muérete” (Job 2: 9). Sus cuatro amigos vinieron con la versión nocturna de sargentos de prácticas, diciéndole que Dios es justo, y que el dolor es el resultado del mal, y tan seguro como que dos más dos es igual a cuatro. Job de seguro tuvo  un historial criminal en su pasado para haber sufrido así.
Cada uno tenía su interpretación de Dios y quién es Él y por qué había hecho lo que había hecho. Ellos no fueron los únicos que hablaron de Dios. Cuando sus  acusadores hicieron una pausa, Job pasa seis capítulos dando su opinión sobre Dios.
Estamos a treinta y siete capítulos de haber iniciado el libro antes de que Dios se aclare la garganta para hablar. El capítulo 38 comienza con estas palabras: “Entonces respondió Jehová a Job”.
Cuando el Señor hable es sabio dejar de hablar y escuchar.

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