Por María Lozano
Las palabras de Dios son todas puras; Dios es el escudo de quienes en él confían. (Proverbios 30:5)
Vivimos en un mundo de palabras que se caen. Promesas rotas.
Votos vacíos. Juramentos que se hacen solamente para retractarse de ellos. Se
dan seguridades que son ignoradas.
Fueron habladas con gran fanfarria. “Siempre te amaré”.
“Cuente con nosotros para reconocer el buen trabajo”. “Hasta que la muerte nos
separe”. Pero las palabras tienden a tropezar. Son como hojas de otoño en el
invierno de noviembre. Usted ha escuchado bastantes.
Pero nunca las escuchará por parte de Dios. En un mundo de
palabras caídas, las suyas permanecen. En una vida de promesas rotas, él cumple
las suyas. Dios mío, tu siempre cumples tus promesas son más valiosas que plata
refinada. (Salmo 12:6).
Dios es un Dios que guarda el pacto.
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