Por María Lozano
Aún recuerdo aquel día
que pregunté al abuelo
_ ¿ Por qué el cielo está alto...
tan lejano del suelo?
Yo tenía ocho años
de inocencia y pureza,
era su nieta amada...
¿Qué no haría por ella?
Se inclinó hasta mi altura
y me dijo: " doncella...
mañana por la noche
bajaré las estrellas,
pondré el cielo a los pies
de mi niña tan bella".
Y así fue que esa noche
con los ojos tapados
me llevó a la laguna,
y subidos al bote
con total osadía
remó bajo la Luna.
Y con voz melodiosa
susurró en mis oídos:
_ ¡Aquí tiene mi reina
lo que le he prometido!
Y sacando la venda
de mis ojos dormidos,
tuve el cielo a mis pies
y el deseo cumplido.
ANA MARÍA ÁLVAREZ
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