Por María Lozano.
La noche estaba especial,
esa fiesta era de gala
y frente al mar, la casona,
bajo ese cielo brillaba.
La música fue llegando
y olas entusiasmadas,
bailaban bajo esa Luna
al ritmo de marejadas.
La niña lució el vestido
dorado que tanto amaba
y un collar con un diamante
que su escote destacaba.
Descalza bajó a la playa,
y esa orilla iluminada
la abstrajo de toda música,
de la fiesta, de la gala.
Y en un instante sintió
que algo mágico pasaba...
se dio vuelta...era su padre
que atento a ella estaba.
De pronto volvió la música
y bajo esa noche serena,
la niña bailó otra vez
con él, un vals en la arena.
ANA MARÍA ÁLVAREZ
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