Tomado de: Nuestro Pan Diario
Por María Lozano
La luna está a más de 385.000 kilómetros de distancia de la Tierra y su tamaño es 400 veces menor que el sol. Como no tiene luz ni temperatura propias, refleja el brillo de este cuerpo celeste mayor. Parece relativamente insignificante. Sin embargo, mueve los océanos del mundo con su fuerza gravitacional, en forma silenciosa y casi imperceptible.
Para la mayoría de nosotros puede parecer poco influyente y desconocida. No tenemos los dones, la riqueza ni la posición necesaria para provocar un gran impacto en la sociedad. Nuestros nombres no aparecen en el periódico ni se mencionan en la televisión. Tal vez pensemos, que lo único que podemos hacer es practicar nuestra fe en las rutinas diarias de la vida. Pero, quizá, sin que nos demos cuenta, nuestras actitudes y acciones cristianas estén influenciando a la gente que nos rodea.
No nos preocupemos, entonces, por nuestra aparente falta de
influencia, sino hagamos lo que Jesús ordenó: “Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos” (Mateo 5: 16).
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