Tomado de: Nunca estás solo (Max Lucado)
Por María Lozano
Presta atención a la invitación de este milagro: Cree en el Jesús que cree en ti. Él cree que puedes levantarte y comenzar y seguir adelante. Eres más fuerte de lo que piensas. “Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, planes .de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. (Jeremías 29: 11).Sin duda, le dio un futuro radiante al mendigo de Betesda.” Al instante aquel hombre quedó sano! (Juan 5: 9). Lo único que Jesús hizo fue hablar y ocurrió el milagro...
Él hizo lo mismo por Bárbara Snyder en 1981. No había caminado en siete años. Había sido gimnasta en su escuela secundaria. Pero la escleorosis múltiple le puso fin a eso. Comenzó a tropezar con las puertas y las paredes. Los dieciséis años siguientes trajeron una crisis tras otra. Perdió el control de su intestino y su vejiga.
Estaba casi ciega. Tuvieron que hacerle una traqueotomía, estaba confinada a una cama de hospital en su casa y le dieron seis meses de vida. Harold Adolph llevó a cabo dos mil quinientas cirugías durante su carrera. Él la llamó “ una de las pacientes más irremediablemente enferma que jamás haya visto”.
Pero entonces llegó la orden de Cristo. Una amiga llamó a la estación radial cristiana de Moody Bible y pidió que oraran por la sanidad de Bárbara. Unos 450 radio escuchas escribieron a la iglesia a la que ella pertenecía para decir que estaban orando.
La tía de Bárbara seleccionó algunas de las cartas y las trajo consigo para leérselas a Bárbara el domingo de Pentecostés de 1981. Mientras estaba escuchando las cartas, Bárbara oyó la voz de un hombre detrás de ella. “Mi niña, levántate y camina!”. No había ningún hombre en la habitación.
Una de sus amigas, como notó que Bárbara estaba preocupada, cubrió el hueco de su cuello para que Bárbara pudiera hablar. “Dios acaba de decirme que me levante y camine… ¡Sé que realmente lo hizo! Corre y busca a mi familia ¡ Quiero que estén aquí con nosotras!”
La familia llegó. Y uno de sus médicos, el doctor Thomas Marshall, describió lo que pasó después: “ella literalmente saltó de la cama y se quitó el oxígeno. Se paró sobre las piernas que por años no la habían sostenido. Su vista regresó…y podía mover libremente sus pies y sus manos”.
Aquélla noche Bárbara asistió a un servicio de adoración a la iglesia. Cuando caminó por el pasillo central, la gente comenzó a aplaudir y luego, como si el director de un coro hubiera dado una señal, todos comenzaron a cantar: “SUBLIME GRACIA”. Cristo hizo la obra. Cristo llevó a cabo el milagro. Cristo intervino, pero aún así Bárbara tuvo que creer.
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