Tomado de: Reflexiones
Por María Lozano
"Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” Colosenses 3:15Todos hemos experimentado diversos tipos de decepciones a lo largo de nuestra vida. Esa desilusión que sentimos cuando no logramos algo o cuando no se cumple aquello que anhelamos profundamente.
Cuando estos sentimientos se hacen presentes, surgen sensaciones negativas como la tristeza y la incertidumbre, que a su vez pueden desembocar en situaciones aún peores como la depresión y la apatía hacia todas las cosas..
Aprender a convivir con el equilibrio entre los momentos buenos y malos es la clave de todo.
Ante estos episodios, debemos actuar con determinación, creando un entorno positivo que busque la idea de oportunidad y reconstrucción. Aprendamos de los niños y las niñas, quienes son la máxima expresión de inocencia y bondad que nos regala el Señor. Siempre siguen adelante en busca de sus sueños de vida..
Para afrontar estos desafíos de manera exitosa, debemos enfrentarlos con humildad y equilibrio, en comunión con Dios.
Son momentos propicios en los que somos llamados a profundizar nuestra esperanza y amor en Cristo. Para ello, lo ideal es buscar un espacio personal, creado diariamente, para abrir nuestro corazón ante el Señor y recibir Su misericordia.
Cuando logramos conectarnos con la fe en la oración, no es para utilizarla como una vía de escape, sino para tomar plena conciencia de que estamos en una búsqueda constante de nuestra evolución espiritual junto al Padre Celestial.
Recordemos que siempre estará la mano del Señor reconfortando a Su pueblo. ¿Qué mejor refugio? ¿Qué mejor lugar para recuperar nuestra esperanza?
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