por María Lozano
El que hizo la tierra con su poder.
Jeremías 10:12
El amor de Cristo nos constriñe.
2 Corintios 5:14
Después de su resurrección, Jesús se presentó en Galilea, cerca del lago de Tiberias, donde algunos discípulos estaban pescando. Habían trabajado toda la noche en vano. Desilusionados retiraron la red, cuando vieron en la playa un hombre que les preguntó: “hijitos, ¿tenéis algo de comer?
A lo cual ellos tuvieron que responder: “No” . Entonces el desconocido les dijo: “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis”. Ellos la echaron y ya no podían sacarla debido a la gran cantidad de peces. Ante el efecto de tan gran poder, los discípulos reconocieron al Señor.
El poder de Dios se hace visible en la creación, lo cual hace inexcusables a los hombres que se niegan a reconocer la mano de Dios (Romanos 1:19-20). En este caso ella actuaba de forma milagrosa.
¿Qué vieron los discípulos cuando llegaron a la orilla? Pescado sobre brasas y pan. Jesús les dijo: “Venid, comed” , El poder de Dios nos interpela y su amor conmueve nuestro corazón. En la cruz nos demostró la dimensión de su amor. Aquel que fue atado, azotado, humillado e injuriado, se dejó llevar como “cordero al matadero…y no abrió su boca” (Isaías 53:7) . Antes de dar su vida dijo: “Yo pongo mi vida…Nadie me la quita…Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17-18) . Hizo todo eso para salvarnos a usted y a mí. ¡No menospreciemos su gran amor!
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