por María Lozano
He aquí yo iré al oriente; y no lo hallaré
(a Dios); y al occidente, y no lo percibiré…
Mas él conoce mi camino; me probará, y
saldré como oro. (Job 23:8-10)
(Dios dijo); Yo nunca me olvidaré de ti.
He aquí que en las palmas de las manos te
tengo esculpida. (Isaías 49:15-16)
Un recluso escribió en la pared de su celda: Creo en el sol aún cuando no brilla. Creo en Dios incluso cuando calla.
Durante un período sombrío en mi vida, pasé mucho tiempo orando, pero me parecía que Dios me dejaba solo con mis pruebas y mi carga. Era la noche oscura para mi alma. Entonces escribí a mi madre para exponerle mi problema. Jamás olvidaré su respuesta: Hijo mío, muy frecuentemente Dios se aparta para poner a prueba nuestra fe. Él quiere que confíes en él incluso en la oscuridad. Ahora, hijo mío, extiende tu mano en la niebla y verás que su mano está ahí para asirte.
“Señor, nunca nos permitas olvidar que tu también hablas cuando callas”.
Sí, los planes de Dios pueden comprender tiempos de espera que nos parecen interminables, antes de verlo intervenir. Quizás a veces digamos, al igual que Habacuc:
“¿Hasta cuándo, oh Señor, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti…y no salvarás? (Habacuc 1:2). Pero el silencio no es sinónimo de ausencia, y menos de abandono. La fidelidad de Dios es indefectible. ¡Tengamos fe en Dios! Incluso si nos hallamos en un túnel muy oscuro, sepamos que él está realmente ahí a nuestro lado!
¡Gracias Señor, porque tú estás siempre con nosotros
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