por María Lozano
¿Menosprecias las riquezas de su benignidad,
paciencia y longanimidad, ignorando que su
benignidad te guía al arrepentimiento?
Romanos 2:4
“La paciencia y el tiempo pueden más que la ira y la fuerza”.
Esta moraleja de una fábula de La
Fontaine anima a tener paciencia y dominio propio, al mismo
tiempo que denuncia inutilidad de la ira y la agresividad ante las
dificultades. A veces perdemos la paciencia ante situaciones difíciles,
respecto a un niño, a nuestro cónyuge o a un compañero de trabajo…Y la situación
puede transformarse en conflicto. ¡En ocasiones también ponemos a prueba la
paciencia de los demás!
Pero, ¿hemos pensado en la paciencia de Dios? “El Señor…es
paciente para con nosotros”, es decir para con todos los hombres, porque todos
pecaron. Todos éramos culpables ante él y estábamos condenados a morir en
nuestros pecados. Pero Dios, quien nos ama, desea que “todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Es una advertencia llena de amor; Dios “ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).
Arrepentirse es reconocer que formamos parte de los seres
humanos que están bajo el mismo veredicto divino:”No hay justo, ni aun uno”
(Romanos 3:10). Es aceptar nuestra incapacidad para volvernos justos por
nosotros mismos. Es recibir el único medio que Dios nos ofrece: Jesucristo,
quien llevó en la cruz el castigo que nuestros pecados merecían. Es creer en
él, aceptar ser hecho justo ante Dios, gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). No menospreciemos la
paciencia de Dios.
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