por María Lozano
El primero hombre es de la tierra, terrenal;
el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo. 1 Corintios 15:47
Así como en Adán todos mueren, también
en Cristo todos serán vivificados.
1 Corintios 15:22
En la Biblia Dios
presenta dos y únicamente dos grandes cabezas de familia. Después de haber
desobedecido, el primer hombre, Adán, fue descalificado y pasó a ser cabeza de
una raza de pecadores. El segundo hombre, Jesucristo, perfectamente obediente,
se convirtió en la cabeza de una nueva raza después de su muerte en la cruz y
su resurrección.
Por lo tanto esos dos hombres son las cabezas de dos
familias distintas: (Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el
celestial, tales también los celestiales” (1 Corintios 15:48). La raza sigue,
pues la misma trayectoria de su cabeza: “Así como en Adán todos mueren, también
en Cristo todos serán vivificados”. Durante su vida terrenal, cada hombre
descendiente de Adán está invitado a entrar en la descendencia de Cristo. “El
que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida” (1 Juan 5:12).
El que no cree sigue en la trayectoria trágica de la raza de
Adán, y “la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). “El que cree y recibe a
Jesús como Salvador personal pasa a ser un hijo de Dios (Juan 1:12).
¿A qué familia pertenece usted? No corra el riesgo de que en
el día del juicio se le diga: No quisiste venir a mí para tener vida (Juan
5:40). Hoy Jesús le invita y le asegura: “el cree en mí, tiene vida
eterna”(Juan 6:47).
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