Por María Lozano
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entra-
ré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
Jesús le dijo: Porque me has visto,
Tomás, creíste; bienaventurados los que
no vieron y creyeron.
Juan 20:29
Hay una frase que a veces oímos y que nos deja pensativos:
“¿No sería más sencillo si Dios se revelase de una vez a todo el mundo?”
Tenemos todo lo necesario para creer en Jesús, si leemos los
evangelios con la mente y el corazón abiertos, dispuestos a aceptar la verdad.
Un milagro de Jesús no cambiaría nada para el que no quiere creer, pues
mientras Jesús estuvo en la tierra hizo muchos milagros, y a menudo la gente no
creyó.
Dios nos invita a tener una relación de confianza con él,
pero no nos obliga. Ordena a todos los hombres, en todos los lugares, que se
arrepientan.
Creer en Dios no es sólo creer que existe. También es creer en
su amor. El amor no se impone, sino que se recibe.
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