Por María Lozano
Tú eres Dios que te encuentres…
Isaías 45:15
¿Quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y sobre quién se ha manifestado el
brazo del Señor?
Isaías 53:1
Cuando Jesús vino a la tierra, no había “parecer en él, ni
hermosura”; no tenía atractivo, “para que le deseemos”(Isaías 53:2). No nació
en un palacio, sino en un establo. Los ángeles anunciaron su nacimiento, no a
los grandes de este mundo, sino a unos pastores. Al principio de su ministerio
no llamó a sabios, sino a simples pescadores. ¿Por qué?
Porque Dios no se manifiesta a “los sabios” y a “los
entendidos” (Mateo 11:25), es decir, a los orgullosos que se creen tales.
Detrás de la sencillez de los pasajes bíblicos, Dios permanece escondido para
el lector superficial que no toma en serio pasajes como el de Jonás, tragado
por un cetáceo, o el de David luchando contra el gigante Goliat; en camino para
los creyentes estos pasajes están llenos de sentido.
Sin embargo, Dios quiere revelarse. La creación da
testimonio de su eterno poder y deidad, de modo que los hombres que no hayan
dado gloria a su Creador serán declarados inexcusables (Romanos 1:20). Además la Biblia nos revela el amor
de Dios, su santidad, pero también su gracia hacia nosotros los pecadores. Para
comprender la Biblia
primeramente debemos tener la actitud confiada de un niño que se deja enseñar.
Entonces, ese Dios escondido se vuelve un Dios revelado para el lector de su
Palabra. Y esa revelación crecerá en la medida en que tengamos el deseo de
poner en práctica las enseñanzas de la Biblia.
¡Qué felicidad tener esta comunión con un Dios que se dio a conocer en Jesús, su Hijo!.
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