tomado de La Buena Semilla
Por María Lozano
Hazme oír por la mañana tu misericordia,
porque en ti he
confiado; hazme saber
el camino por donde
ande, porque a ti
he elevado mi alma. Líbrame de mis enemigos
oh Señor; en ti me
refugio.
Salmo 143:8-9
Cierta noche el perro de la familia Pérez empezó a ladrar en
el patio. Todo el mundo se despertó en un abrir y cerrar de ojos. Se sabía que
los guerrilleros se escondían cerca del pueblo. Algunos ya habían robado en la
ciudad. Aterrorizados, los niños se agarraban a las manos de sus padres.
Tocando fuertemente a la puerta, unos hombres con voz ronca
pedían que les abriesen. El padre obedeció; cuatro tipos amenazadores entraron,
apresaron al padre y al hijo mayor e hicieron que se arrimasen a la pared.
-¡Danos el dinero!, exigieron los asaltantes.
-Ya nos quitaron todo el dinero, respondió el señor Pérez
-Pues entonces los matamos, respondió el jefe fríamente.
Una de las niñas se acercó al hombre y le dijo: -Voy a
buscar mi alcancía. La pequeña salió corriendo y volvió con algunas monedas.
Durante un instante hubo un gran silencio. Luego el jefe se
inclinó y dio un beso a la niña y junto a sus compañeros abandonó
silenciosamente la casa. Cuando se cerró la puerta, la familia Pérez se puso de
rodillas y el padre agradeció al Señor por su condescendiente protección. ¡Dios
tiene miles de métodos para llevar a cabo sus maravillas!
“Bendito sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos. El
Señor es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón y fui ayudado, por lo que se gozó mi corazón…(Salmo 28:6-7).
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