por María Lozano
Las cosas que se escribieron…para
nuestra enseñanza se escribieron, a fin
de que por la paciencia y la consolación
de las Escrituras, tengamos esperanza.
(Romanos 15:4).
Durante la Segunda Guerra
Mundial, D, Caskie, joven escocés que vivía en Francia, fue encarcelado por
haber ayudado a prisioneros de guerra aliados a huir de Francia.
En un libro escribió lo siguiente: “Fue una experiencia
frustrante, humillante, la cual podía perfectamente conducir a un hombre a la
desesperación, pero mi conocimiento de la Biblia me salvó. Un día me quitaron mi Biblia.
Pero ese libro lo tenía en mi cabeza y en mi corazón, y sostuvo mi fe y mi
equilibrio menta”.
Caskie fue
transferido a otra cárcel y allí descubrió, grabados en las paredes de su nueva
celda, los nombres de numerosos prisioneros. Pero él inscribió algunas palabras
de la Biblia
“Así dice el Señor…No temas, porque yo te redimí, te puse nombre, mío eres tú.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y sopor los ríos, no te
anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás” (Isaías 43:1-2).
Caskie oró a fin de que el Espíritu Santo utilizase esas
palabras para ayudar a un prisionero que tuviese necesidad de la paz de Dios.
Más tarde, en otra cárcel, alguien le contó: “Estaba a punto
de acabar con mi vida, para escapar a la tortura, cuando vi unas palabras en la
pared que me detuvieron al instante; palabras reconfortantes y consoladoras.
Nunca las había grabado. Una vez más la Palabra de Dios había mostrado su poder, y la
oración de Caskie había sido escuchada.