Por María Lozano
Enséñanos de tal modo
a contar nuestros
días, que traigamos al corazón sabiduría
Salmo 90:12
Es ya hora de levantarnos del sueño;
porque ahora está más cerca de nosotros
nuestra salvación que cuando creímos.
La noche está avanzada, y se acerca el
día. Desechemos, pues las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz
Romanos 13:11-12
Romanos 13:11-12
Se cuenta la historia de un hombre que se vio obligado a ir
a pie en la noche a un pueblo lejano. En el camino de repente tropezó con algo.
Se agachó y halló una pequeña bolsa llena de “piedras”. Para distraerse, de vez
en cuando lanzaba una al río que bordeaba la carretera. Cuando el viajero llegó
a su destino sólo le quedaban dos piedras; A la luz de la casa bajó la vista y
vio que eran diamantes. ¡Había derrochado una fortuna!
Nuestros días están formados por horas, minutos y segundos.
Un año tiene 525.600 minutos. Somos responsables del uso de cada minuto que
Dios nos da. ¿Somos dolorosamente conscientes de haber despilfarrado muchos
minutos? No nos quedemos con esta triste constatación; más bien preguntemos
cada día al Señor: “¿Qué haré, Señor?” (Hechos 22:10). Él mismo nos conducirá a
ser útiles en su servicio, a reconocer con su ayuda, las buenas obras, las
cuales Dios preparó de ante mano” en
nuestro camino (Efesios 2:10). Con él nuestra vida será una vida de
plenitud, variada y armoniosa.
Pero primero es necesario haber tenido un encuentro personal con él,
respondiendo al llamado que Jesús nos hace para recibir la vida eterna
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