Max Lucado
Por María Lozano
Él mismo tomó nuestras enfermedades,
y llevó nuestras dolencias
Mateo 8:17
Imagínate un campo de batalla cubierto de cuerpos heridos y
puedes ver a Betesda. Imagínate un asilo de ancianos atestado de residentes y
con escasez de personal, y verás el estanque . Has memoria de los huérfanos en
Bangladesh o de los abandonados en Nueva Delhi, y verás lo que la gente veía al pasar por Betesda. Al pasar,
¿Qué escuchaban? Una ola interminable de gemidos. ¿Qué contemplaban? Un campo
de necesidades sin rostro. ¿Qué hacían? La mayoría seguía de largo.
Pero Jesús no
Él está solo. La gente lo necesita: por eso está allí.
¿Puedes imaginártelo? Jesús caminando entre los que sufren.
No pueden imaginar siquiera que Dios está caminando
despacio, con mucho cuidado, entre los mendigos y los ciegos.
Todavía Renueva Piedras
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