Max Lucado
Por María Lozano
Estaba yo postrado, y me salvó.
Salmo 116: 6
Cuando jóvenes, los chicos del barrio jugábamos fútbol en la
calle. Al minuto de llegar a casa de la escuela, dejábamos los libros y no s
íbamos a la calle. El muchacho de enfrente tenía un padre con un gran brazo y
una fuerte adicción al fútbol. Tan pronto se estacionaba al llegar del trabajo,
empezábamos a gritar para que saliera y jugara.
El no podía resistir. Para ser justo, siempre preguntaba:
“¿Qué equipo está perdiendo? “Entonces se incorporaba a ese equipo, que solía
ser el mío.
Su aparición en el grupo lo cambiaba todo, tenía un plan.
Nosotros hacíamos un círculo en derredor suyo y nos miraba y decía: “Bien,
muchachos, esto es lo que vamos a hacer” El otro lado gruñía antes que
rompiéramos grupo. La cosa es que no solamente teníamos un nuevo plan; teníamos
un nuevo líder.
Traía nueva vida a nuestro equipo, Dios hace precisamente lo
mismo. No necesitamos un nuevo juego; necesitamos un nuevo plan. No necesitamos
cambiar posiciones; necesitamos un nuevo jugador.
Ese jugador es Jesucristo. El unigénito Hijo de Dios
En Manos de la
Gracia.
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