Libros del Valle
Por María Lozano
Respóndeme, Señor, respóndeme,
para que este pueblo reconozca que
tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el
que harás volver sus corazones a ti.
1 Reyes 18: 37
En el mes de agoto de 1989, se realizó en la ciudad de
Rosario, Argentina, un Campeonato Argentino de Patín Carrera. Una noche, a dos
días del comienzo, robaron un bolso con los patines de la esposas del técnico
de la selección argentina, quien tenía que participar de dicho campeonato. Mi
compañero Norman y yo estábamos hospedados en la casa de la familia Bidegain;
lugar en donde se produjo el robo, ya que la familia que los había invitado a
cenar esa noche, se sintió muy mal porque el robo de los patines se produjo en
el auto del técnico Juan Carlos mientras
cenábamos. Esto impedía así la participación de su esposa en el Campeonato
Nacional.
Recuerdo que esa misma noche, al acostarnos oramos a Dios
para que el bolso aparezca.
Nuestra oración fue como la de Elías.
Respóndenos, Señor, respóndenos,
que los patines puedan aparecer
para que reconozcan que tú, Señor
eres Dios….
Nuestro deseo era, que la aparición de los patines fuera de
testimonio para todos los corredores del país, y especialmente para el técnico
Juan Carlos y su esposa Nora.
A la mañana siguiente, luego del desayuno, salimos con mi
compañero Norman a dar una vuelta a la manzana siguiente. Se nos ocurrió
preguntar a dos muchachos de aproximadamente 20 años que estaban charlando en
una esquina, si ellos anoche habían visto algo extraño, ya que se había
producido un robo, en uno de los autos estacionados aquí, en el barrio. Su
primer respuesta fue que no sabían nada. Eso hizo que los saludáramos
amablemente y siguiéramos nuestro camino. Apenas nos dimos vuelta para
regresar, ellos nos llamaron y nos dijeron que si habían visto quien fue el que
cometió el robo, pero que no se querían involucrar. Luego de una charla amable
y profunda, se acordó que ellos mismos traerían el bolso hacia nosotros a
cambio de una pequeña recompensa.
¡El bolso con los patines, había aparecido! ¡Qué alegría!
¡Qué increíble!. Recuerdo que mi corazón saltaba de agradecimiento por su gran
amor y poder.
Ese mismo día, todos los corredores del país, el técnico
Juan Carlos, Nora y la familia que nos hospedaba, supieron lo que había pasado
y como había sido devuelto el bolso con los patines de Nora.
¡No existen palabras para expresar lo sucedido! Solo
agradecimiento y admiración!
¡Solo tú, Señor, eres Dios!
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